lunes, 8 de marzo de 2010

Date tu lugar o pudrete tu mismo!

Creo que una cosa debe ser segura en el mundo y cuya responsabilidad recae en nosotros mismos: el lugar que queremos ocupar en la vida. En la escuela, en el trabajo, en el círculo de amigos siempre vamos tratando de hacernos un espacio ya sea para formar parte de un grupo o ser aceptado, o peor aún para ganar la simpatía de alguien. Nuna he tenido gran problema con la gente que a webo quiere ser agradable, que quiere caerle bien a todo el mundo, esa gente que se hace de un lugar más afuerzas que por gusto en nuestras vidas. Sin embargo si hay algo que me caga es aquella gente que se da el lugar equivocado cuando se trata de relaciones sentimentales. Por ejemplo uno de mis amigos que mas quiero hace poco me contó que su ex lo llamo pa proponerle que fueran amantes. El muy bruto aceptó y me pidió mi opinión. Obviamente le dije que estaba super mal que como se le ocurría, pero que a final de cuentas y si estaba consciente de las consecuencias pues que hiciera lo que se le diera su maldita gana. Es mi amigo pero pues el decide que problemas tener en la vida, que lágrimas derramar, y que lugar ocupar en su vida y en la de su ex. Si es un papel secundario y sin valor pues que lo haga, adelante. Y así hay muchos ejemplos, incluso yo mero. Recuerdo que el primer tipo con el que iba a salir en mi vida, tenía novia y el muy vivillo quería salir con los dos al mismo tiempo. Obviamente no acepté. Concluí que si el muy garfio no me daba el lugar que me correspondía yo no podía andar con él, ni más ni menos. Sin embargo hay mucha gente que ni piensa así y no lo entiendo -aunque también lo he hecho pero ya platicaré al respecto-. ¿Porqué a cambio de unas cuántas migajas de cariño o de atención aceptamos lugares devaluados? En verdad no podemos creer que somos lo suficientemente buenos como para creer que podemos conseguir algo mejor? Lo peor es que mucha gente no se da cuenta de que la están tratando como plato de segunda meza y peor aun desconocen que podrían ocupar un mejor lugar en la vida de alguien más. Pero eso depende de nosotros y del lugar que queramos tener en la vida. Yo por lo menos me dije que nunca más iba a ser plato de segunda meza de nadie, por mucho que me guste alguien. Me gustan los weyes, pero ninguno me gusta tanto como el que veo cada vez que me paro frente a un reflejo. Así que ... ya saben, dense el lugar que se merezcan y por mucho que alguien les guste nunca den su brazo a torcer si les están dando un trato de bajo perfil. Nadie de mis amigos merece eso. Y menos tu babas.

lunes, 1 de marzo de 2010

El lugar más triste

Si no es enojo, es frustración. Si no es nostalgia es tristeza. Ya no hay lugar para la alegría ni para las sonrisas sinceras. Lo veo como la desintegración de Yugoslavia: hostil, violenta y sin que a nadie le importen más que sus propios intereses. Es como estar en una cárcel y de vez en cuando -muy seguido- tener que estar de frente o econtrarte a gente que es una basura, a gente que te ha enseñado lo peor de los seres humanos. Lo más triste es que es gente que alguna vez profirió cariños, cuidados y palabras dulces. Pero ahora, sólo son como desconocidos a los que desearía jamás volver a ver. De repente siento culpabilidad, pero me digo a mi mismo que no debo de pensar ello. La madurez debió radicar en ellos no en un niño de 12 años. Pero esta cárcel sigue así, no hay lugar para los favores desinteresados y tampoco hay lugar para una palabra de sincero apoyo. Encima de todo, el lugar cada vez mas me parece feo, cada vez lleno de basura, de cosas que estorban y que no deberían de estar. Es un lugar en el que nunca se ha promovido la creatividad ni la libertad. Ahora es una utopía, puedes hacer lo que quieras aunque a alguien moleste o afecte, pues nada importa más lo que tu quieras hacer. No hay reglas, no hay limites ni mucho menos experiencias positivas. No hay respeto hacia nada, ni a nadie. Es un lugar que no debería existir porque aquí no se desarrollan seres con calidad humana, sólo se gesta rencor y malos deseos, en si mala vibra. Lo peor es que este es el hogar en el que crecí y del que no veo la hora en que pueda largarme. Es tan triste.

martes, 2 de febrero de 2010

Amor en una noche de lluvia

Una vez más, y para colmo está lloviendo. Siempre he soñado pasar una noche de lluvia abrazado a un buen tipo. Alguien que me abrace sin decir nada y solo escuchar el desarreglado sonido de las gotas caer por el piso, entre las hojas y formando pequeñas lagunas en el suelo.
Y de repente voltear a mirar a ese tipo, que quizás no tendría la vista posada en mi mirada pero que sin duda sabría transmitirme con su calido abrazo esa sensación de ser parte de él. Y el parte de mí, y que aunque el viento furioso arrebatará las ramas de los árboles en medio de la lluvia, eso no importara entre nosotros que postrados en la cama somos indiferentes al resto de lo que ocurre en el mundo.
Entrelazar nuestras manos mientras las pequeñas lagunas formadas por la lluvia han superado sus limites. Y estar de frente a ese tipo posar mi oreja en su pecho para sentir ese cálido latido que sabría es por mí. Después levantar los ojos y mirarlo con ojos traviesos, cual niño a punto de hacer una travesura, fruncirle el ceño y robarle un beso.
La lluvia sigue cayendo, en las ventanas se pueden ver cataratas que se deslizan como una liebre escapando de un depredador.
Y aunque el escenario sea perfecto, nadie habla de amor porque no es necesario: el amor se siente no se dice, a menos que el corazón se hiciera asimismo una boca y expresara esa sensación que con el paso del tiempo los hombres más viejos y jóvenes han llamado amor.
Es una noche larga, y la lluvia no cesa, al contrario se hace más fuerte y ahora el viento está furioso, el aire es soplado con tanta fuerza como aquel flautista que intenta una y otra vez, con más impetu en cada ocasión, crear la más bella melodía de amor.
De pronto me detengo, no siento su corazón, pero... ¿acaso siento el mío?Tampoco. Estoy triste y de repente la duda me asalta, ¿es real este momento? ¿Es en verdad el tipo que quiero?
Sí, desde que lo vi quedé flechado quise volar con él y que me llevara de la mano a cada rincón del mundo mientras yo lo llevaba a cada rincón de mi corazón y compartiera conmigo todos sus secretos.
Pero ahora solo quiero que acabe la lluvia, dejar de abrazar a este buen tipo que se presentó como lo mejor, pero que al final sin saberlo falló, y mi único deseo es que junto con la última gota de lluvia se fuera la última palabra de cariño que su boca profirió.
Se detuvo, la lluvia ha cesado, quiero que él se vaya que me deje sólo tal y como estaba, al final de cuentas una nueva noche de lluvia vendrá y con ella un nuevo amorío de quien hablar.

lunes, 27 de abril de 2009

¿Qué le dijo México a la Influenza?

Me siento ridículo usando el cubrebocas. Voy en el metro, miro a mi derecha y mis compañeros de asiento también traen protegidos sus rostros, lo mismo los de la izquierda. Sigo sintiéndome ridículo pero un poco menos indiferente. Justo ahora miro enfrente hacia la línea de cinco asientos tipica de los vagones más recientes: las cinco personas sentadas, más una que flanquea a la banca de pie y en el costado derecho llevan cubrebocas. Tuerzo la boca por la incertidumbre pero nadie puede verlo.
No sé que pensar: sé que existe un virus, sé que ha habido muertes. ¿Pero esto es real? ¿En dónde están los muertos? ¿Porque no tada la gente trae cubrebocas?
Nunca había visto así a mi querida Ciudad de México, normalmente alegre y dinámica; hasta cinica y jactanciosa de sus problemas habituales: contaminación, trafico e inseguridad.
Ahora luce sola, frágil, con incertidumbre es una ciudad enferma tal y como ocurre con los humanos: desganada y sin querer saber de nada.
Están vacías sus calles, y cuando caminas entre ellas te sientes inseguro, una sensación muy extraña te acompaña, incluso es incómodo.
Observas a la gente con cubrebocas e imaginas cómo son sus rostros, cómo se ve cuando sonríen, o cómo cuando se enojan. Las palabras asoman con dificultad através de sus protectores, éstos en color azul cielo, verde agua, o blanco.
Lo más duro para el mexicano, quien por lo general es muy extrovertido y demasiado efusivo, es el saludar. No se permiten los besos, abrazos, ni siquiera darse la mano. Cuando concluyes un encuentro simplemente te vas, y te das la vuelta sintiéndo como si se quedara inconcluso el momento.
Sigo por el metro con mi cubrebocas. Sigo pensando en que ocurrirá. Paso por una escuela y lo único que escucho es el silencio. La misma sensación al pasar por un parque. ¿En dónde está la gente?
Me quito el cubrebocas, ya me sofocó y pienso si en verdad vale la pena, si en verdad es necesario.
Todo esto es un bache pasajero, algo momentáneo. No me acostumbro a traer el cubre bocas. No me acostumbro a vivir en una Ciudad como la que ahora tenemos.

Ocurre un temblor a lo largo del día y es lo único que nos faltaba. 5.7 grados en la escala de richter. El comentario general: "qué es lo que nos hace falta". Y a mi eso me hace pensar que nada, si el mundo del futuro cada vez será peor no dudo que los mexicanos seguiremos de pie.

Parecía que el temblor minaría los nervios aún más, pero los mexicanos dimos cuenta una vez más de lo que estamos hechos, y todo ello gracias al maravilloso ingenio que tenemos y es que un par de horas llegó un chiste que nos hizo el día a todos, con todo y epidemia:

"¿Qué le dijo México a la Influenza?" "Mira cómo tiemblo" jajajajajaja

En fin, sí hay un futuro estoy seguro que los mexicanos estaremos presentes.